lunes, 21 de junio de 2010

HIMNOS, RELIGIONES Y GOBIERNOS

(En contestación a una carta publicada en el Adelantado de Segovia el 21 de junio de 2010, con el título "El himno nacional" http://www.eladelantado.com/opinionAmplia.asp?id=1768&tipo=colaboracion )

Todos sabemos que la frase "Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios" no la pronunció un ciudadano cualquiera, ni la dijo para que se tomara en vano. Lo sabemos suficiéntemente, pero quizá convenga recordarlo.
Los católicos formados y maduros, saben que es el convencimiento interior y el ejemplo personal, el que garantiza la autenticidad y continuidad de sus creencias y no la oficialidad y mezcolanza con otras manifestaciones institucionales ejecutivas, legislativas y judiciales. Y es que las "ayudas extra", no cabe duda que, en algún momento vinieron bien, de cara a "ser mayoría" y gozar con ello de una obstensible supremacía, como ocurrió con la toma de postura de Constantino el Grande, a favor de la Iglesia en el año 313, pero en nuestro mundo globalizado y mediático, no caben "atajos" y es otro, el tipo de proselitismo que debe hacerse, para ampliar el número de los creyentes. No se trata tanto de ser más, sino más auténticos.
Debiera ser la misma institución eclesiástica la que pidiera desligarse de otras, a la hora de manifestarse públicamente en procesiones o convocatorias multitudinarias, dejando clara de esa forma, su circunscripción a lo espiritual y su desligamiento de lo temporal.
No se trata de la prohibición de himnos o de símbolos en unos u otros lugares, ni siquiera, aunque también puede, de herir sensibilidades que a veces, de tanto ser heridas dejaron de ser sensibles a lo ilógico, sino de potenciar la honestidad y garantizar la asepsia de cada institución y de los objetivos para los que fue creada.
De ese modo, defender a la Patria y el orden legalmente establecido, será tanto más auténtico y honroso para el ejército, cuanto más lo procure él, a su vez, para todos los miembros del Estado, independientemente de las creencias de unos y otros. (El propio ejército también tendría que proclamar más a menudo esta directriz que le dignificaría aún más.)
Igualmente, defender el catolicismo, será tanto más auténtico y honroso (incluso más cristiano, según la frase inicial) para la Iglesia, cuanto más lo procure ella, a su vez, para todos sus miembros, independientemente de que tengan unas u otras tendencias políticas.
No viene la confusión, en consecuencia, de este intento de separar y llamar a cada cosa por su nombre, sino de la tradicional costumbre de haber ido mezclando a lo largo de los años los usos, alguien añadiría que abusos, gerárquicos.
Por cierto; cada cual es libre y nadie lo dudará, de ser creyente de su religión en los lugares y tiempos adecuados y militar de su ejército, si lo desea, en los lugares y tiempos que corresponda, lo mismo que podría ser deportista en el estadio, a su tiempo, o juez en los tribunales al suyo. Ese decoro de no intervención en terrenos ajenos, debe fomentarse, por lo menos externamente.
Son asuntos diferentes, que alcanzan su verdadero valor por separado y clarificarlo es bueno. Ya lo dijo Jesucristo hace más de dos mil años.

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